Había una vez una persona en algún país de Asia, que quería comprar un servicio en Estados Unidos. El “asiático” tenía su dinero local, y el “yanky” solo aceptaría dólares americanos a cambio de sus servicios.

Se contactaron por correo electrónico y mantuvieron -en resumen- ésta conversación:

Yanky: “Oye… sería buenísimo que puedas enviarme el dinero (los dólares) a mi cuenta bancaria, así yo hago lo que me estás pidiendo (servicios)…”

Asiático: “… pasa que, si paso mi moneda a dólares, la deposito en un banco, y la transfiero hasta EEUU, perderé mucho dinero en intermediarios. Se ma ha ocurrido algo que revolucionará el mundo tal como lo conocemos, te enviaré un bitcoin, y tú podrás cambiar ese bitcoin con otra persona en EEUU, y esa persona que te compra el bitcoin te pagará en dólares.”

Ambas personas anotaron en un libro digital la transferencia del bitcoin, que quedó inmortalizada en distintas computadoras en el mundo. Así, esa transacción quedó “para siempre” y segura. Es decir, al estar “copiado” el libro contable en múltiples computadoras a lo largo de internet, es de dominio público y cualquier persona puede leer que el “asiático” envió bitcoin al “yanky”; y al mismo tiempo NADIE puede vulnerar, hackear ni trucar dicha transacción.

Cuando el “yanky” recibió el bitcoin, prestó el servicio al “asiático”, y todos continuaron con su vida de forma normal. Hasta que un día…

… en el 2017, el yanky se dió cuenta que aquel bitcoin que cambió por un servicio que valía 100 dólares, ahora con dicho bitcoin podría comprar bienes por 10 mil dólares (ya que el bitcoin al ser un activo volátil, había aumentado su valor adquisitivo).

Buscó en Internet si alguien vendía su automóvil usado, y le consultó al vendedor si aceptaba Bitcoins. Resulta que sí, se juntaron a tomar un café, sacaron sus móviles, acordaron cuántos “centavos de bitcoin” debían intercambiar, en 10 minutos terminaron la transacción, firmaron los papeles legales de la compra-venta de muebles (automóvil), y se fue a su casa andando en su nuevo vehículo, mientras que en su billetera virtual (en el celular) seguía teniendo parte del bitcoin que en aquel momento le envió el asiático.

Esta transacción también quedó reflejada en el libro digital, y todo el mundo lo sabe. Aunque, por una cuestión de privacidad, cada persona tiene un código aleatorio de identidad, algo que no dice tu “nombre y apellido”, así que si bien todo el mundo ve las transacciones de bitcoins, nadie sabe realmente entre quienes se dan dichas transacciones.

Este libro digital se conoce hoy como Blockchain, o cadena de bloques. Piensa en él como un libro contable a nivel mundial. Para escribir en él, debes hacer una transacción con bitcoin, y los “mineros” son los responsables de escribir (y confirmar) la operación.

Así surgió algo que realmente cambió al mundo. 

PD: decir "asiático" y "yankie" no busca ofender a nadie, es una forma de decir.